Tuesday, March 28, 2006

CITAS RELEVANTES

Santiago de Chile Metropolización, globalización, desigualdad
Alfredo Rodríguez y Lucy Winchester

(1 INTRODUCCIÓN )
Santiago es una paradoja; el país es, tal vez, una paradoja. Considerando sus cifras macroeconómicas, Chile ha sido presentado como la historia de éxito de América Latina: así lo confirman su crecimiento económico y sus indicadores sociales. Sin embargo, lo que puede ser una realidad de acuerdo a esas cifras globales, quizás no lo sea tanto en aquellos ámbitos que llamamos "la vida cotidiana". El país ha tenido un crecimiento económico estable durante la última década, a una tasa aproximada de 7.6 anual.2 Santiago, como el país, visto desde las grandes cifras, no parece presentar problemas. Más bien lo opuesto: las cosas van muy bien –aceptando, por supuesto, los vaivenes normales en una economía en desarrollo y cada vez más inserta en los mercados internacionales y dependiente de ellos–.
La ciudad de Santiago tiene una economía diversificada con una predominancia de los servicios financieros; concentra el 48% del PIB; su tasa de crecimiento promedio anual durante la década ha sido de 8,5%, superior al promedio nacional (7,6%).3 En los últimos años, las cifras de desempleo han descendido y las tasas de indigencia y pobreza son las menores de país. La indigencia se ha reducido de 9,6% en 1990 a 3,5% en 1998; la pobreza, de 33% a 15,4. Si bien los efectos de la crisis asiática han modificado estas cifras, es previsible que el país y la ciudad retomarán su camino exitoso. La ciudad mirada desde más cerca tiene una cara mucho más compleja, menos exitosa, más difícil de percibir. El punto que queremos destacar en este artículo es que la ciudad muestra una diversidad de rostros con distinto signo. Algunos muestran inequívocamente los éxitos económicos; otros parecieran empinarse, pero sin lograrlo; otros se han quedado definitivamente al margen de tales logros.
• Santiago es una ciudad con una gran segregación socioeconómica. La ubicación de los grupos de ingresos similares en el área urbana está claramente diferenciada. Los grupos de más altos ingresos se encuentran en sólo 6 de las 34 comunas. Por su parte, los grupos de menores ingresos aparecen en sólo 20 comunas. La calidad de la infraestructura básica y de los servicios públicos es muy diferente entre distintos barrios o sectores de la ciudad. Si bien la cobertura es casi total, la calidad es desigual.
• Santiago es una ciudad en donde sus habitantes viven con temor e inquietud. A pesar de que Santiago es una de las ciudades más seguras de América Latina, prevalece un sentimiento de inseguridad relacionado con la violencia delictual, que se extiende al sistema institucional político y económico.4
• Santiago no es una ciudad en términos políticos o administrativos El Gran Santiago se extiende a través de tres provincias, está formado por 34 comunas, cada una de ellas con un municipio autónomo, en los cuales, a su vez, las instituciones del gobierno central intervienen directamente. Las competencias y responsabilidades de las diferentes autoridades no están establecidas de manera clara. Este Santiago —el segregado, temeroso y fragmentado— encarna una nueva y radical paradoja: una ciudad (el lugar de los ciudadanos) que está en vías o amenazada de perderse como espacio público. Y cuando hablamos de espacio público urbano, nos referimos a una doble dimensión: el espacio público físico, y el espacio público como metáfora de una sociedad política. No son realidades separadas. La historia reciente de Chile llevó a que nuestra sociedad se replegara a la esfera privada y buscara refugio en las relaciones ‘cara a cara’: la familia, los amigos más cercanos. El otro lado de esta moneda fue la pérdida del espacio físico de la sociedad civil. A ello nos está llevando la inseguridad, tanto ante la violencia delictiva como ante la violencia económica y política de nuestro sistema.
Estas situaciones, que se han generalizado en la sociedad chilena, han alcanzado mayor gravedad en los sectores pobres. Para citar un caso, la erradicación masiva y forzada —en los años 80, durante la dictadura militar— de cerca de 180 mil habitantes de asentamientos precarios (campamentos) en el Gran Santiago: fueron literalmente sacados de sus comunas de residencia y reubicados en la periferia de la ciudad, en lugares determinados por las autoridades, especialmente en el lado sur (Centro de Estudios del Desarrollo 1990). Hasta el día de hoy, estas erradicaciones representan un problema de desarraigo y pérdida no sólo de los espacios físicos conocidos, sino del espacio social, y de la posibilidad de refugio en espacios percibidos como protectores y protegidos: la casa, el centro deportivo, la junta de vecinos. La ciudad la hacen los ciudadanos (la "sociedad civil"), el Estado y el mercado. Un adecuado equilibrio entre estos agentes permite hacer de la ciudad un espacio políticamente más democrático, socialmente más justo, ambientalmente más sustentable y económicamente más eficiente.
En el Gran Santiago de las últimas décadas, la marcada preeminencia de un mercado desregulado en la asignación de recursos, en la localización de las inversiones para servicios básicos así como en infraestructura urbana, ha derivado en un desarrollo muy desigual al interior de la ciudad. La estrategia de inserción en un mundo global que ha seguido Chile, hace imprescindible contar con una metrópolis acorde con las exigencias de la competitividad país. Una metrópolis con severa segregación social afecta tarde o temprano su gobernabilidad y su seguridad. Una metrópolis sin gobierno o administración y sin autoridad responsable de la ciudad, hace imposible por una parte un gobierno democrático con control ciudadano; por otra parte hace imposible el manejo eficiente de desechos, el creciente tráfico y los cada vez más frecuentes conflictos por uso de suelo, con lo cual la calidad de vida se deteriora. El crecimiento concentrado del país no es culpa de la ciudad capital. Es fruto de un desarrollo global que distribuye mal los recursos entre personas, ciudades y regiones. La estrategia de desarrollar las regiones a costa de Santiago es un contrasentido. Debemos ocuparnos de Santiago y de las regiones, con acciones complementarias en beneficio del país en su conjunto.

1 Este artículo se basa en: “Santiago Report: Governance and Urban Poverty”, University of Birmingham, UK, realizado por Alfredo Rodríguez y Lucy Winchester; y en “Los rostros de Santiago”, Tiempo 2000, Santiago, de Eduardo Dockendorff y Alfredo Rodríguez, trabajos realizados por los autores durante 1998-1999.
2 Crecimiento período 1990-97, según Banco Central 1999.
4 La percepción de inseguridad y en particular la contaminación atmosférica –Santiago es una de las ciudades más contaminadas de América Latina– son fenómenos no excluyentes por naturaleza de los cuales nadie se excluye.

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